jueves, 8 de noviembre de 2012

PRODUCCIÓN EN SERIE


Tras la primera fase de la industrialización, se inició una nueva etapa, la Segunda Revolución Industrial, que habría de durar de 1880 hasta 1914. Esta etapa implica el desarrollo de las industrias como la eléctrica, del petróleo y del acero. Ésto por la sustitución del hierro por el acero en la industria y el reemplazo del vapor por la electricidad y los derivados del petróleo como fuente de energía. Con el uso del petróleo se da la introducción del motor de combustión interna, que diera lugar a la comercialización del automóvil, y con ello la producción en masa de bienes de consumo.


Con la complejidad de los nuevos procesos de producción, en esta segunda fase de la industrialización, surgió la necesidad de nuevos sistemas organizativos. En esta época se acentúa la división del trabajo y su especialización. Llega la ciencia a la industria. Es entonces, cuando aparece Frederic W. Taylor (1856 – 1915) en escena.


Taylor, un ingeniero y economista norteamericano, creía que la administración de las operaciones debería ser enfocada como una ciencia. En esa época, no había conceptos claros acerca de las responsabilidades de los trabajadores y la gerencia. Prácticamente no existían normas de trabajo eficaces y los trabajadores laboraban a un ritmo deliberadamente lento. Las decisiones administrativas se tomaban “sobre la marcha”, basándose en la intuición. Los trabajadores eran colocados en los puestos con poco o ningún cuidado de acoplar sus habilidades y aptitudes con las tareas que se les exigiría realizar.


La finalidad que perseguía Taylor era proporcionar un fundamento científico, basándose en la observación de los procesos y la medición y análisis de los mismos; con el objetivo de establecer la mejor manera de ejecutar los trabajos, y una vez que fueran determinados los métodos, éstos debían ser estandarizados para que fueran cumplidos por todos los trabajadores. Con ello pretendía terminar con el empirismo e improvisación que predominaba por aquella época.


La finalidad de Taylor era maximizar la eficiencia de la mano de obra y de las máquinas y herramientas, mediante la división sistemática de las tareas (que implicaba la descomposición del proceso de producción en el menor número de tareas posibles), la organización racional del trabajo en sus secuencias y procesos, y el cronometraje de las operaciones, más un sistema de motivación mediante el pago de primas al rendimiento, suprimiendo toda improvisación en la actividad industrial.


Basado en sus estudios, Taylor concibe las bases teóricas de la cadena de montaje, una forma de organización de la producción que delega a cada trabajador una función específica. Consiste en una cinta transportadora continua por la que circulan los productos en fase de fabricación, y donde cada obrero se dedicaría a una etapa especifica de la producción. Aunque la idea teórica nace con Taylor ésta no se vuelve realidad, hasta años después, cuando es aplicada con gran éxito por Henry Ford, para la fabricación de automóviles.

Henry Ford siendo un joven empresario, pero convertido ya en principal accionista de la Ford Motor Company, estaba tratando de diseñar un automóvil que fuera fácil de producir y sencillo de reparar. Finalmente, luego de varios intentos, en 1908 llegó a la fabricación del modelo T, que se trataba de un vehículo muy barato que, a diferencia de los coches producidos hasta ese momento, estaba al alcance del norteamericano medio.


Hasta entonces el automóvil había sido un objeto de fabricación artesanal y de costo elevado, destinado a un público muy limitado, solo los ricos podían comprar coches. En 1900, si alguien deseaba un auto debía visitar una fábrica de los productores artesanales de su área. El dueño de la fábrica, usualmente un maestro artesano (empresario) que sabía cómo reparar y construir un auto, tomaba las especificaciones y necesidades del cliente. Muchos meses después el cliente tenía su carro, pero requería probarlo acompañado de un mecánico, quien debía modificarlo de acuerdo con las indicaciones que este le diera. El carro era único en su especie y el costo era demasiado alto (Villaseñor Contreras & Galindo Cota, 2009).


El proyecto de Ford consistía en fabricar automóviles sencillos y baratos destinados al consumo masivo de la familia media estadounidense. Ford aspiraba que el automóvil dejase de ser un patrimonio exclusivo de las clases acomodadas y se convirtiese en un objeto de consumo generalizado, al alcance de las clases medias.

Durante los cinco años siguientes, Ford buscó una mejor manera de construir el modelo T; buscaba más rapidez, reducción de costos y mayor eficiencia. Es así, como en 1913, llevando hasta el extremo las recomendaciones de la organización científica del trabajo de Taylor, Ford introdujo en sus plantas las cintas de ensamblaje móviles, que permitían un incremento enorme de la producción.

Dicho método, consistía en instalar una cadena de montaje a base de correas de transmisión y guías de deslizamiento que iban desplazando automáticamente el chasis del automóvil hasta los puestos de los trabajadores, colocados a los lados de la banda, cuando la banda se detenía, los trabajadores que estaban en ese lugar realizaban en él las tareas encomendadas, hasta que el coche estuviera completamente terminado. La fabricación en cadena permitía ahorrar pérdidas de tiempo de trabajo, al no tener que desplazarse los obreros de un lugar a otro de la fábrica. Al mismo tiempo, la dirección de la empresa adquiría un control estricto sobre el ritmo de trabajo de los obreros, regulado por la velocidad que se imprimía a la cadena de montaje.



Cada operación quedaba dividida en una sucesión de tareas mecánicas y repetitivas, ya que se simplifican tareas complejas en varias operaciones simples que pueda realizar cualquier obrero sin necesidad de que sea mano de obra cualificada, con lo que dejaban de tener valor las cualificaciones técnicas o artesanales de los obreros, y la industria naciente podía aprovechar mejor la mano de obra sin cualificación.

En la producción en serie la máquina pasa a ser protagonista principal del proceso productivo, desplazando al obrero. Este aspecto marca una diferencia fundamental entre la producción artesanal, donde el obrero desempeña un papel activo y creador en el trabajo, y la producción en serie donde eso pasa a ser una pieza más del enorme complejo industrial.

Con la puesta en marcha de un método de montaje en cadena, se vio posibilitada la fabricación de un automóvil a bajo precio y para un mercado amplio. El éxito fue rotundo, este innovador método, que permitía optimizar tiempo y recursos. El tiempo total de producción del automóvil se redujo considerablemente, pudiéndose fabricar muchos autos en poco tiempo. El precio del modelo T de Ford pasó de 850 dólares en 1908 a menos de 300 dólares para 1920.

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